sábado, 25 de abril de 2015

¿QUIÉN DIJO MIEDO? (JORGE URRETA)

LA NOVELA: Aitor Garmendia es un adolescente normal. Estudia, sale con sus amigos, y fanfarronea como buen bilbaíno que es. Es conocido por su arrojo y las continuas apuestas arriesgadas que han forjado su fama de temerario.
Hay un nuevo centro comercial en la ciudad y Aitor quiere demostrar a sus amigos que es capaz de otra de sus hazañas al grito de su habitual «¿Quién dijo miedo?». Lo que no espera es encontrarse con un secreto que jamás debió haber visto.
Tras el éxito de El año de la hortaliza, vuelve Urreta con esta nueva novela, que combina a partes iguales un misterio que atrapa al lector con una intriga policíaca que no le permitirá cerrar el libro.


EL AUTOR: Jorge Urreta (Bilbao, 1974). Informático de profesión y escritor de vocación. Finalista en 2007 del VII premio de relato del portal literario YoEscribo, con el relato ¿Quién dijo miedo? (germen de esta novela). Finalista en 2009 del primer premio Ovelles Elèctriques, de cuento de fantasía, terror y ciencia ficción, fallado por el portal literario del mismo nombre, con el relato titulado El profundo espacio exterior. En 2013 publica Decisiones, y en 2014 El año de la hortaliza, con la que obtuvo un gran número de buenas críticas y el calificativo de «Stephen King español». Es responsable del blog «Escritor en espera», en el que fue narrando sus experiencias en la búsqueda de editorial, al tiempo que daba consejos a otros escritores en su misma situación.

FICHERO DE NOVELAS NEGRAS: 514.-EL CASO DE LA MANO PERDIDA (FERNANDO ROYE)

Título: EL CASO DE LA MANO PERDIDA
Autor: FERNANDO ROYE
Editorial: SINERRATA EDITORES
Trama: En un pequeño pueblo de Jaén una pareja de la Guardia Civil encuentra una mano, separada del cuerpo, lo que hace suponer al sargento-comandante del puesto que una persona ha sido asesinada. Las cosas se complicarán porque está previsto que en pocos días el Generalísimo Franco, Caudillo de España, visite la localidad, y las autoridades le exigen que deje de preocuparse por una mano sin dueño y dirija todos sus esfuerzos a garantizar la seguridad de su estancia.
Personajes: Carmelo Domínguez, sargento de la Guardia Civil denominado "el sargento hechizado", hombre tranquilo pausado y con afición a a dormilarse, del que todos creen que tiene poderes extraños al poseer dos ojos de distinto color, con una extraordinaria inteligencia natural e intuición, Benito Viedma, joven agente procedente de una familia acaudalada y con inquietudes intelectuales, que se ha metido a guardia civil porque en el fondo desea escribir novelas policiacas, el cabo Rosario María, violento y alcohólico, resentido con Domínguez porque le han colocado en su lugar como comandante del puesto, Ortega, guardia civil aficionado a la caza, Gerundio, tabernero del pueblo, que se saca un dinero extra “alquilando” a su hija, Manuela, mujer de Domínguez, aparentemente huraña en ocasiones, pero generosa y de buen corazón, Toribio Aljibo, juez jubilado, respetuoso por encima de todo con las autoridades y el régimen de Franco, José María de Peñaranda y Swan, conde de Valdeazores, cacique local, que junto al alcalde controla el pueblo, Eulogio, guardia civil a punto de jubilarse, que presume de ser pariente lejano de Franco.
Aspectos a Destacar: La construcción de la novela, en una época, las primeras décadas del franquismo, en la que todavía la población vivía atemorizada y sin apenas vislumbrar posibilidades de mejora económica y social ni, mucho menos, política, con un personaje que sin situarse extramuros del régimen hace que simpaticemos con él y con la humanidad que desprende, a pesar de (o quizás por) la situación en la que vive y de la que es consciente, dentro de una trama tan insólita como interesante.
La Frase: Carmelo le dijo una vez más que no se preocupara y volvió a secarse el sudor. Le ardían las mejillas. Y le daba reparo pedirle a Carlota algo de beber. Aquella mañana había pasado de estar en el cielo —el piso en la última planta del edificio de apartamentos del juez Aljibo— al infierno. La cara y la cruz de una misma moneda que era aquella España, la que la propaganda vendía como una, grande y libre. Si antes había rechazado a la ligera la invitación a beber vino y a comer jamón y queso, ahora la hubiera aceptado sin pensarlo. Aunque sabía que Carlota poca cosa podía ofrecerle.