domingo, 23 de marzo de 2014

TXOMIN PEILLEN

El escritor Txomin Peillen es un gran desconocido, incluso entre los propios vascos, pese  a ser uno de los grandes cultivadores del euskera y también uno de los primeros que escribió, en este idioma, novela policíaca. Iñaki Mendizabal le ha entrevistado para el periódico DEIA (http://www.deia.com/2014/03/23/ocio-y-cultura/cultura/vivo-en-casa-pero-rodeado-de-extranos)


Nació en París, en el seno de una familia euskaldun. Recuperó su idioma a los 13 años, tradujo su primer texto a los 16 y con 17 escribió su primer poema. En París conoció a Andima Ibiñagabeitia (su maestro), a Jon Mirande (enfant terrible de la literatura en euskera) o a Federico Krutwig; fue testigo del ensañamiento de los soldados franceses en la guerra de Argelia; fundador de la revista Igela(1962), ha publicado una treintena de libros en distintos géneros; renovador de la lengua vasca y de su literatura, es licenciado en Ciencias en la Universidad de Sorbona y doctor por la Universidad de Burdeos; investigador incansable de aspectos relacionados con la biología, la historia de las ideas y la lingüística; académico de Euskaltzaindia desde 1988; profesor emérito de lengua y literatura vasca en la facultad de Bayonne-Anglet-Biarritz... Y, aún así, Txomin Peillen sigue siendo un desconocido para la mayoría de los vascos. Él cree saber el porqué de tanto ostracismo: "No hay obra mía traducida. Ha pasado con otros escritores, como San Martín o Etxaide. Y Aresti se salvó porque le tradujeron Harri eta Herri. Ya, ¿pero alguien se acuerda de Maldan behera, su obra maestra? Nadie". Peillen visitará Bilbao el 29 de marzo, invitado por el festival de las letras, Gutun Zuria. Un reconocimiento de justicia para un intelectual atípico.
Nació en París, en 1932. En aquella época y para un euskaldun, París sería la mitad de la nada.
Casi. Mis padres emigraron de Zuberoa en busca de una vida mejor. Fueron de los primeros suletinos en ir allí, porque la mayoría emigraba a Burdeos. En el siglo XX había muy pocos vascos en París, y en el XIX casi ninguno. Tengo constancia de uno. Se llamaba Mauri y se hizo euskaldun en Durango.
¿Se acuerda mucho de su familia zuberotarra?
Viajé a Zuberoa por primera vez con 7 años. Allí descubrí la naturaleza. Me acuerdo también de mi abuelo, que fue un tacaño. Mandó a sus hijos a trabajar a casas de burgueses, como criados, y él vivía a costa de ellos. Además, con el dinero hacía cosas extravagantes, como comprar acciones de Rusia a un primo suyo.
Su padre llegó a ser policía en París. Y luego, miembro de la Resistencia.
Trabajó en muchos oficios y al principio vivió en casa de un primo de Barkoxe. Los vascos se amontonaban en los pisos de otros vascos. Aprendió a leer y a escribir por las noches y así consiguió un puesto en la policía. Eso le salvó de ir a la guerra, pero un día se nos apareció con un fusil mauser en casa. Era de la Resistencia.
¿Ha vuelto a ver ese mauser?
No, ese rifle debe estar escondido bajo tierra en algún lugar de Zuberoa, pero nadie de la familia sabe nada... o no me lo quieren decir (risas).
Alguna vez ha contado que su padre llegó a renegar de Euskal Herria.
Nos decía que olvidáramos nuestro pueblo, que Euskal Herria era un proyecto yermo. Desde muy pequeñito le metieron eso en la cabeza. Fueron los maestros y los curas. Había trabajo en las fábricas de Maule, pero incitaban a la gente a salir fuera. Los burgueses preferían a trabajadores españoles pobres, porque decían que eran más maleables que los vascos.
¿Y las mujeres?
Les decían que era mejor ir a París, que si se metían en una fábrica de Maule se convertirían en putas. Les convencían para ser criados a las órdenes de burgueses, porque así les tenían controlados.
¿Sus padres no hablaban euskera?
Mi padre me decía que no perdiera el tiempo con el euskera y me hablaba en francés. Pero entre ellos hablaban en euskera.
¿Y a qué se debía ese rechazo?
Esa tendencia comenzó después de la Guerra del 14, porque los soldados vascos que regresaban a casa lo hacían acomplejados por no saber francés. En el Ejército lo pasaron mal.
Se avergonzaban.
Sí. Fíjate: en Zuberoa muchos niños han aprendido euskera con sus abuelos, porque sus padres no querían hablarles en su idioma materno.
El euskera sigue pasando por una situación difícil en Iparralde.
Está mal. Con eso no quiero decir que no haya euskaldunes en Iparralde. Habrá unos 60.000, pero se están haciendo viejos; la población suletina es vieja. Los jóvenes que se afrancesan se marchan a las ciudades. Los jóvenes que saben euskera han estudiado en las ikastolas, pero el euskera no tiene protección legal aquí. La situación es alarmante. La gente no tiene los complejos de antes, pero los niños con tres años entran de lleno en el sistema francés y salen de ese sistema educativo con 20 años. Yo me siento extranjero en Francia. Vivo en casa, pero rodeado de extraños.
Antes de empezar a publicar, estuvo en la guerra de Argelia, como enfermero. Acaba de salir la reedición de 'Aldjezairia askatuta', donde cuenta su experiencia en tierras africanas. ¿Le marcó esa guerra?
Sin duda. No nos dejaban curar a los cautivos heridos, pero a veces los cuidábamos, sobre todo a aquellos que estaban malheridos. Una vez ayudé a uno que estaba moribundo y los oficiales me decían que lo dejara morir. Tenía un cómplice, un sargento, que me ayudaba. Al moribundo le di morfina y murió esa noche.
¿No llegó a perder la fe en el hombre?
Yo soy ateo. Cuando empiezan a decir esto está bien hecho, esto está mal, me hablan de ángeles y demonios... Yo siempre digo lo mismo: cada persona es medio diablo y medio ángel. Quizá no sean esas las proporciones, pero ambos están dentro de nosotros. Los hombres hemos inventado el demonio, los ángeles... y a dios, por supuesto. El hombre es así, tiene de lo bueno y de lo malo.
¿Cómo se hizo ateo?
La vida me ha hecho ateo. Pero yo he leído muchas obras en las que se analizan distintas religiones, y ahí detecto sus contradicciones.
Recuperó el idioma a los trece años.
Sí, por desafío y por orgullo. Mi hermano y yo leímos en En France (escrito por el geógrafo bearnés Onesime Reclus) que el euskera no valía para nada. Estábamos irritados, pero también es verdad que yo era el único que no hablaba euskera en toda mi familia, y eso me preocupaba. Ibiñagabeitia fue mi maestro. Le conocí en París, en la delegación del Gobierno vasco. Él me dijo: primero aprende euskera y luego decidirás si ser abertzale o nacionalista.
Saizarbitoria también ha escrito alguna vez sobre la diferencia entre nacionalista y abertzale.
Los abertzales aman su tierra y los nacionalistas persiguen una utopía.
¿Empezó a escribir en euskera a los 16 años?
Aprendí con el método de López Mendizabal, que todos critican pero que a mí me sirvió.
Y usted empezó escribiendo en el dialecto labortano...
Junto con el suletino, aprendí el guipuzcoano y el labortano. Empecé a escribir una especie de guipuzcoano salpicado con vocabulario labortano, sí. Una mezcla rara.
Se refiere a 'Itzal Gorria', su segundo trabajo.
Sí, y Gauaz ibiltzen dena.
Ese libro fue una de las primeras novelas del género policíaco que se escribieron en euskera.
Sí, y después de esos libros poco a poco me fui decantando por el batua.
En los años 60 había pocos autores escribiendo en euskera. ¿Tenían dificultades para hacerlo?
Muchas. Hasta Etxaide tuvo problemas para publicar una obra suya. Mirande igual. Y yo lo mismo, porque criticábamos a la Iglesia y a la burguesía de la época. Y en Hegoalde no solo era el Franquismo, porque entre los abertzales también había censores, sobre todo entre el clero. Escribíamos en Euzko Gogoa y Egan, pero no nos publicaban todo. Ahí es cuando Mirande y yo decidimos crear Igela, una revista en la que escribimos lo que quisimos.
Lo curioso es que cincuenta años después muchos de ustedes siguen siendo desconocidos.
Porque a nosotros no nos han traducido. Y yo, además, no escribo novelas sobre el conflicto vasco. Muchas veces sitúo las tramas fuera de Euskal Herria, y eso no cuadra. Los vascos seguimos mirándonos al ombligo.
Usted fue amigo de Jon Mirande. ¿Cómo le conoció?
Coincidimos en las clases de Ibiñagabeitia. Jon era un hombre tranquilo, afable en el trato, y lo fue hasta el final de sus días. ¿Quién iba a imaginar que dentro de aquella cabeza anidaba una tormenta? Era un hombre cercano y educado. Y muy puntual.
Alguna vez ha comentado que unos amigos bretones le incitaron al fascismo y a la bebida.
La cosa venía de antes, porque fue un profesor de filosofía quien le metió en la cabeza esas cosas. El tipo era un faxista. Los últimos años de su vida me dijo que andaba con algunos nostálgicos franceses que hicieron la guerra contra Rusia, junto a los nazis, exmiembros de LVF que pertenecieron a la división Carlomagno. Él estaba desecho. Iba del hospital a la bebida y de la bebida al hospital.
¿Y usted percibió ese cambio en el modo de pensar de Mirande?
Cuando le conocí ya había traspasado esa frontera. Pero en ese momento aún le guardaba cierto respeto al catolicismo, respeto que luego desapareció. Criticó mucho a la Iglesia, también por el papel que jugó en la incorporación de Navarra a Castilla.
Siempre ha dicho que Mirande ha sido uno de sus fracasos.
Sí, no pude apartarle de los nazis ni de la bebida. No me hacía caso.
Y tiene una segunda espina clavada en el corazón...
Sí, no conseguí reconciliarme con Alfontso Irigoyen. Era un hombre de mucho carácter.
Se atrevió usted también con la política, presentándose en Iparralde bajo las siglas de EA. ¿Por qué se metió en política?
Porque soy pesimista. Y, como buen pesimista, activo. El optimista, por contra, está contento y no hace nada para cambiar las cosas.
¿Se arrepiente?
No, y me ha servido para hacer algunos enemigos (risas). Yo no soy muy diplomático, y el mío no es un pensamiento uniforme. Los zuberotarras somos así, heterodoxos y anárquicos.
¿Y cómo se ve Hegoalde (País Vascoespañol) desde Baiona?

Ha cambiado mucho en 50 años. La mayoría de los vascos son urbanitas, y no sé si eso nos ha beneficiado mucho; al menos no en todo. Ibon Sarasola decía que ya tenemos una cultura vasca moderna, pero ahora no sabemos distinguir un roble de una haya. ¡Es penoso!

UNA DEL OESTE: MI PRÓXIMA NOVELA-SINOPSIS

Os dejo, para ir abriendo boca, un resumen de mi nueva novela, titulada UNA DEL OESTE, que publicará próximamente EREIN en su colección COSECHA ROJA. No aparece Goiko, que de todos modos, y pese a que su marginación le ha sentado muy mal, ha accedido a protagonizar una futura historia, pero espero que disfrutéis con sus sustitutos, el juez Estepan Azkarate y el profesor de literatura Asier Uribe y, sobre todo, con sus compañeras de investigación María Ruiz y Aintzane Álvarez, que seguramente son mucho más inteligentes que ellos.
Aquí va:

La muerte de un comerciante bilbaíno en un atraco a manos de un yonqui que es abatido por la policía en el tiroteo que se produce cuando acuden a detenerle es un suceso trágico, por supuesto, pero banal. ¿A quién le interesa esa muerte, cuando hay problemas más importantes de los que ocuparse y, además, parece tratarse de un asunto claro? El yonqui mató al comerciante, sobre eso no hay dudas, y como posteriormente también murió, no tiene sentido que sigan abiertas las diligencias judiciales incoadas tras ese terrible suceso.

Eso es, al menos, lo que le dice todo el mundo, incluyendo sus superiores jerárquicos, al joven juez Estepan Azkarate, que se encontraba de guardia el día de autos. Pero en parte porque es su primer asunto de importancia y no quiere dejar ningún cabo suelto y en parte también porque no le agrada nada estar recibiendo constantemente presiones para que cierre de una definitiva vez el expediente judicial, decide seguir adelante y profundizar en la investigación de los hechos.
Hechos que de repente empiezan a cobrar más trascendencia cuando se descubre que el comerciante, un charcutero de Bilbao llamado Emiliano Etxebarria, bajo seudónimo y amparado en el anonimato, era en realidad Colt Duncan, el autor de una serie de novelas del Oeste protagonizadas por un vaquero del mismo nombre y continuadoras de la tradición iniciada por autores como Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane o Keith Luger, entre otros, que en pocos años se han situado entre las obras más vendidas en librerías, kioscos y centros comerciales, constituyendo un auténtico fenómeno, no solo de ventas sino sociológico.
Debido a ello el editor de Colt Duncan, convencido de que la publicación de la última novela escrita por el charcutero-escritor (una novela que, desgraciadamente, parece haber desaparecido) sería un auténtico bombazo de ventas, contrata a un profesor de literatura, que en su juventud fue también un hombre de acción, para que descubra dónde se encuentra ese manuscrito perdido, en el caso de que exista.

Un manuscrito que está, lógicamente, protagonizado por Duncan McFree, un vaquero más conocido por el sobrenombre de "Colt Duncan", que llega a la ciudad de Laramie, en Wyoming, buscando a un hombre del que sólo sabe que es un impostor, y que aprovechará su estancia en esa ciudad para enamorarse de la propietaria de un pequeño rancho, tener algún duelo que otro pistola en mano y proteger a sus habitantes de un despótico ranchero. Y además, quizás dentro de esa última novela protagonizada por él, en el caso de que aparezca, pueda encontrarse la clave del asesinato del comerciante que la escribió.