domingo, 21 de octubre de 2012

FICHERO DE NOVELAS NEGRAS: 387.-CUERVOS (JOHN CONNOLLY)


Título: CUERVOS
Título original: THE BURNING SOUL
Autor: JOHN CONNOLLY
Editorial: TUSQUETS
Trama: En Pastor's Bay, una pequeña localidad de Maine, ha desaparecido una niña. Coincidiendo con ello un hombre que está refugiado en esa localidad, tras haber cambiado su identidad una vez cumplida su condena por matar a una otra niña hace ya muchos años, cuando él también era un adolescente, empieza a recibir anónimos amenazantes, por lo que su abogada decide contratar a un detective para que investigue quién es el causante de las amenazas. Todo ello mientras unos extraños cuervos acechan vigilantes lo que está ocurriendo.
Personajes: Charlie Parker, detective que dejó la policía tras ser asesinadas su mujer y su hija, que aún vive atormentado por ese hecho, y posee un extraño sexto sentido que le hace ver algo más allá de lo evidente, Randall Haight, hombre tímido y apocado, que en su niñez mató a otra niña, obligado por un amigo, y que ve cómo su vida se desmorona por unos anónimos, aunque parece encubrir algún secreto más en su vida, Tommy Morris, mafioso en declive, perseguido por sus antiguos compañeros, tío de la niña desaparecida, Martin Dempsey, matón al servicio de Morris y extrañamente leal a él, Walsh, inspector de policía, conocido de Parker, obsesionado con encontrar a la niña, Engel, agentes del FBI, cuya única intención es "cazar" a Morris a través de su sobrina, el jefe Allen, jefe de policía de Pastor's Bay, aparentemente honrado y eficaz, pero que es también acusado, anónimamente, de no ser "trigo limpio".
Aspectos a Destacar: Connolly retoma su personalidad de escritor muy negro, con la narración de una historia tan sórdida y dramática como la de la investigación de una niña desaparecida, utilizando con eficacia las reglas del género, pero sin descuidar su querencia por la aparición de fenómenos esotéricos o sobrenaturales, aunque en esta novela no abundan en exceso.
La Frase: En cierta ocasión, Louis me preguntó si creía en Dios después de todo lo que había visto y de todo lo que había sufrido, muy en especial la pérdida de Susan y Jennifer. Le di tres respuestas, probablemente dos más de las que esperaba. Le expliqué que me resultaba más fácil creer en Dios que no creer, porque si no creía en nada, las muertes de Susan y Jennifer carecían de sentido y razón, y prefería albergar la esperanza de que su pérdida formase parte de un designio que yo aún no entendía. Le expliqué que el Dios en quien creía a veces miraba en otra dirección. Era un Dios distraído, un Dios abrumado por nuestras exigencias, y nosotros éramos muy, muy insignificantes y muy, muy numerosos. Le expliqué que entendía que a veces le pasara eso. Mi Dios era como un padre que siempre intentaba velar por sus hijos, pero uno no siempre podía estar al lado de sus hijos, por más que se esforzara. Yo no estuve al lado de Jennifer cuando más me necesitó, y me resistía a culpar a mi Dios de eso.